Alexandra Cuesta
La distribuidora independiente Trópico Cine organiza un foco sobre la obra de la cineasta ecuatoriana que juega con el tiempo en sus películas.
«Siento que robo algo”, dice Alexandra Cuesta, refiriéndose al rodaje de sus películas, en los que retrata lugares a través de sus personas. A finales de julio de 2019, pudo revertir, de alguna forma, esa sensación, cuando fue a distintos puntos del cantón Jama, en Manabí, como Don Juan o El Matal, para proyectar su película Territorio.
En comunidades como Don Juan o El Matal (ambas dentro de Jama), Cuesta había realizado parte del rodaje de Territorio. Y cuando presentó su película frente a audiencias compuestas por más de 100 personas en funciones al aire libre, la cineasta sentía que estaba devolviendo algo.
Del 2 al 4 de agosto, Trópico Cine organiza un foco sobre el cine de Alexandra Cuesta. Todos los días se va a exhibir Territorio, acompañado de uno de sus cortometrajes: Piensa en mí, el viernes, a las 19:00; Recordando el ayer, el sábado a las 17:00, y Despedida, el domingo, también a las 17:00. Al final de las funciones, habrá conversatorios con la cineasta.
Territorio es un largometraje documental que se exhibió en el Festival EDOC en 2016, y que está marcado por el enfrentamiento de dos miradas de la cineasta: la de la ecuatoriana que regresa a su país, pero que al mismo tiempo no puede dejar de ver las cosas desde afuera.
La película recorre los caseríos de pequeños poblados de Ecuador que se observan desde la carretera. Se detuvo a conversar con la gente en puntos ubicados en las provincias de Orellana, Bolívar, Imbabura, Manabí y Azuay. Cuesta quería registrar la forma en la que transcurre el tiempo en estos lugares sin delatar ante la cámara su vida citadina.
Territorio se grabó con una cámara de video digital, lo que marca cierto cambio en su manera de hacer cine, caracterizada previamente por el uso de una Bolex de 16 mm, lo que es siempre un desafío porque el material para producir es difícil de conseguir.
La cineasta en el rodaje de su corto despedida (2013), en el que rescata, entre imágenes de la calle, los versos de un poeta callejero, map Kaulu Roger Nduku. Foto: Cortesía
“Esas limitación me obligan a pensar bien qué es lo que voy a grabar”, decía en 2013, durante el Festival de Cine La Orquídea, de Cuenca.
Pero esa limitación contrasta con otra forma de hacer suya. Sus trabajos no tienen guion, algo que, explica, le genera muchas dificultades. Ella es más bien del tipo de creadores que encuentra lo que quiere contar a medida que lo va haciendo.
¿El resultado? Todas sus producciones con la Bolex son cortometrajes armados en función de las escenas que tiene, unas que suele filmar con la intención de narrar un espacio y sus texturas, pero que, inevitablemente, derivan en su gente.
“Empiezo con la idea de retratar un lugar, y lo que termino haciendo es retratar a las personas”, dice Cuesta.
Así, Piensa en mí (2009) construye un relato del transporte en Los Ángeles. Entre tomas de autos y buses desplazándose, la cámara se detiene en la gente que usa todos los días el transporte público.
El tono que da la película de 16 mm a la imagen pareciera situarnos en el pasado, pero el presente se revela en detalles como los audífonos de un joven que mira hacia adelante, como esperando por fin llegar a su destino.
Pero el juego de la temporalidad va más allá de la estética de la película. La manera lenta, contemplativa, en que transcurren las escenas en las calles o los parques, hacen que el espectador entienda, poco a poco, que es esa la forma en que vería las cosas suceder si estuviera dentro de la escena.
A finales de julio, alexandra cuesta fue a exhibir su película territorio en algunos de los poblados manabitas en los que la había rodado, como el matal. Foto: Cortesía
Despedida (2013) también arranca con la intención de retratar un lugar. También Los Ángeles. Específicamente en Boyle Heights. A medida que se van viendo las escenas que le dan forma al sector, se intercalan imágenes de Map Kaulu Roger Nduku, un poeta callejero que Cuesta conoció durante el rodaje, y que lee sus versos, que conectan con sensaciones de transiciones y finales.
¿El resultado? Sus trabajos con la Bolex son cortos armados en función de escenas que filma con la idea de narrar un espacio pero que derivan en su gente.
Recordando el ayer (2007), el primer trabajo de la cineasta, ocurre en cambio en Jackson Heights, Nueva York, donde reside un gran número de inmigrantes latinos. Aquí las imágenes describen el paso del tiempo en un barrio que se vuelve el espejo del lugar de origen de sus habitantes. Cp